El diálogo, pretexto para el baile
Fotografía de Agencia de Noticias ANDES |
Es bien sabido que la política está
formada por catervas de adictos a la danza: todos -o casi todos- se mueven al
son que les toquen. Eso no es nuevo y no lo vamos a cambiar a estas alturas. Sin
embargo, hay que admitir que lo de Lenín Moreno es aterrador. En un mes, el
flamante presidente empezó a hacerse a un lado de su antecesor, excompañero de
fórmula, líder del movimiento que lo auspició y, básicamente, su creador.
No se trata de hacerse los
desentendidos, muchos aplaudimos la decisión de Moreno de distanciarse del
estilo de Correa, pero suponíamos que el primer mandatario conocía lo que la
palabra significaba. Según el DLE, es el “modo, manera, forma de comportamiento”.
Y de eso ni hablar, sería patético que Moreno mantuviera el estilo de Correa.
Es claro que le saldría pésimo y terminaría por hacer un papelón.
Pero el nuevo presidente llevó el
cambio a unos niveles sospechosamente idiotas. De afirmar que dialogará con
otros sectores políticos, pasó a invitar acérrimos opositores de la Revolución Ciudadana. De afirmar que dejará el odio y el revanchismo a un lado,
pasó a agasajar al famoso grupo organizado de la CONAIE, que sigue usando el desvencijado
discurso de las minorías para implantar sus caprichos en el escenario político.
Y no es que el diálogo sea malo.
Pero esa palabrita se ha convertido en el pretexto perfecto de todo el mundo
para salir de los apuros: “no se trata de aceptar imposiciones, sino de
dialogar”; “no estábamos negociando nada, simplemente dialogábamos con otros
sectores”; “no voy a negar sus crímenes, pero hay que dialogar” … ¡Ah!, faltaba
el más famoso: “hay que aprender a dialogar”.
Y así, de diálogo en diálogo,
Moreno ya ha empezado a causar confianza entre los que no le dieron su voto,
pero dudas entre los que lo llevaron al poder; quienes, a la larga, son los que
estarían dispuestos a colaborar con su permanencia. Y nada de esto tiene que
ver con el hecho de que quiera “gobernar con todos”, sino que en ese todos
entren célebres bellacos, más conocidos por sus fechorías que por sus aportes
al país. No me sorprendería que, a este paso, el buen Dalito termine como ministro
y el loco de su padre como gobernador del Guayas, si Moreno ve en eso un
beneficio propio.
La pregunta es ¿cuál beneficio?
Todos saben que Alianza PAIS se sostuvo en pie durante diez años por su
discurso radical, no por su simpatía hacia sectores que desde hace mucho han
sido rechazados por el pueblo.
Habrá que ver cuánto más dialoga Moreno y cómo va a hacer cuando ya no le quede nadie con quien
dialogar; nadie, ni sus votantes.