El día en que los ‘indios’ ganaron Quito
Foto: El Telégrafo |
Si descalificar al otro fuera pagado,
en mi país no habría pobres; a lo mejor lo más bajo de la sociedad sería una
clase media incapacitada para cholear como se debe, pero pobres no habría. De
hecho, muchos hubieran ascendido un par de estratos sociales estos días, gracias
a Jorge Yunda, el alcalde electo de Quito. Y les hubiera encantado que sea así,
porque el empujoncito económico se hubiera correspondido con su nobleza quiteña
de hijo de barbado sifilítico, que no soporta al longón dirigiendo el destino
de la carita de Dios.
Un Dios adolescente, eso sí, con
un acné bárbaro. Un acné por infección viral que tiene nombres y apellidos:
Rodas, Barrera, Moncayo… Todos medio de buena familia, claro, o al menos no tan
aindiados. Lo que sí es cierto es que el desgobierno no dolió tanto como la
llegada del Bryan de Radio Canela a la alcaldía.
Pero las explicaciones son
obvias. Yunda no se merece ser alcalde de “este precioso patrimonio nacional”.
Y no se lo merece porque hay que ser chulla para ser aceptado. O sea, hay que,
al menos, aparentar que se es noble. Y Yunda no aparenta ser noble. Ni siquiera
lo intenta. Con esa radio chichera y ese apodo de mijín qué va a ser comparable
con Rodas, todo blanquito y gaznápiro como es él. Y como no es chulla, o sea no
aparenta ser noble, no puede ser el ‘dueño’ de esta joya urbanística agujerada
por todos lados.
Lo curioso es que al final del
día, y cuando solo los chullas quiteños son, como dice la canción, los
poseedores de esta ciudad poblada por infinidad de migraciones, resultó que los
aparecidos han sido bastantitos más que
los de alcurnia y, dueños o no de nada, pusieron al alcalde. Y lo pusieron
porque la soberbia de la clase acomodada de Quito le hizo creer que si desde
la Naciones Unidas hasta la Colón se ponían de acuerdo, el asunto estaba arreglado.
Y yo, que no soy pesimista, cada vez me convenzo más de que
no hay solución para nosotros. Los planes de trabajo no se cuestionaron; tampoco
se indagó sobre las alianzas absurdas que asomaron en campaña; nadie dijo nada
de la sobrecarga de candidatos y su financiamiento… O sea, se sigue opinando y
eligiendo desde la ceguera que causa la ilusión de que alguien guapo nos
represente: uno bonito como Peña Nieto, el mexicano que tanto bien le hizo a su
país.
Lo verdaderamente importante es tener alguien que afuera se
disimule ‘la raza’. Todo lo demás no viene al caso.