“Arde Quito” o los jóvenes con mañas de viejo

Ni diez minutos hicieron falta para derrumbar el escenario postapocalíptico que Miguel Molina había retratado en su artículo “Arde Quito”, publicado en Diario Hoy. Ni al presidente Correa se le presentó dificultad a la hora de mostrar a todo el mundo cómo el artículo escrito por Molina había sido armado desde el desconocimiento que produce la ausencia. Y no bastó más tiempo porque hacerle creer a la gente cosas que no existen es ya un mal negocio, más aún cuando la mentira se urde con tan poca prolijidad. Esta vez el pez cayó por su propia boca —tuit sería la palabra indicada—, y de qué manera.
                Este texto lo escribo con una sensación dulceamarga. Me alegra ver que el Gobierno sigue sacando a la ciudadanía del error de confiar en los medios de comunicación —a estas alturas más enceguecidos por el odio y el resentimiento que por el poder—, y que no permite que muchos lectores caigan en las inescrupulosas palabras de algunos aprovechados que por tener acceso a estos medios creen que pueden meterle los dedos en la boca a todo el mundo. Pero también me entristece saber que uno de ellos, a quien esta vez le tocó estar en la fila de aquellos a quienes los ciudadanos los recordarán al señalarlos y decir “mentira comprobada”, sea un gran amigo mío.
Miguel Molina, 2013.
                “Está por caer la noche”, así empieza el texto de Molina. Y al leer esto cualquiera pensaría que quien lo escribe estuvo ahí parado, al filo del cañón con una libretita y sus ojos muy abiertos, tanto que estaba más ensimismado en el atardecer que en huir de los gases y las balas que más abajo dice que se abatieron sobre todos. Pero nada de esto pasó: no hubo libretita, ni ojos, ni ensimismamiento, porque en el lugar de los hechos no hubo Miguel Molina que los presenciara. Así empieza no sólo la mentira, sino ese afán de periodista viejo —zorro viejo dicen algunos con esa tonta risita ególatra— de tratarnos a los lectores como a tontos, de hacernos creer que él estuvo ahí y que por tanto lo que abajo va a opinar será con conocimiento de causa. Y si hay algo que en lo personal me moleste, es que me traten como a tonto. En este híbrido de crónica y columna, Molina lo asegura todo con una convicción que da envidia, porque uno se pregunta cómo alguien a kilómetros de distancia del país tiene tantas certezas juntas. Pero no, acá el asunto es de sinvergüencería o de facilismo. Sinvergüenza quien lo redacta, si aún sabiendo que miente lo hace con orgullo, con ese orgullo de decir: acá y digo eso y la gente me cree. Facilismo si quién lo escribe lo hizo a través de las historias que seguramente llegaban al inbox de su Facebook. En cualquiera de los dos casos, la seguridad que queda es que estamos frente a un mal periodista. Y el caso es más grave porque Molina no lo es, periodista quiero decir, aunque se dé esas licencias de cronista de prensa que ignoran la primera regla: la verdad es lo que debe primar. Me dirán que era un artículo de opinión y por tanto no precisa de ser periodista. Sí, pero insisto, lo de cronista le quedó muy mal (lo digo en cualquier sentido periodístico). Molina seguro confió en sus fuentes y olvidó que fuentes sin pruebas es como abuelita pero en China. Y si, por otro lado, tiene pruebas, acabó fracasando porque nunca las presentó, y ahora dirá que se supone que para qué presenta lo evidente. Miguel, otra regla de oro, nunca supongas. Las pruebas que a estas alturas presentes, serán una tontería de una defensa ya mal armada, —porque el problema acá no es que haya ocurrido o no lo que Molina retrata, el problema es que trate de hacer creer a la gente que prácticamente tragó gas y aguantó balas.
                Pero eso quizá no sea lo más peligroso. Molina se aprovecha de su cercanía a las letras, y en este punto no me detendré a opinar la estructura del texto sobre el que hablo, porque eso es precisamente lo más débil de todo, y por tanto lo que le quita importancia al artículo. Decía que Molina aprovecha su situación y escribe un título que o raya en la manipulación o devela la tontería. De ser la primera, estamos frente al abuso de la ambigüedad, que quiere hacernos creer que Quito es la Roma de Nerón, en un texto que se arrellana en lo amarillista y soez, o que está llamando a la insurrección, que desde un medio insta a la población a quemar la capital. Esto es inmoral, ilegal, ilegítimo. O puede ser que no se haya dado cuenta la insensatez que cometía, lo cual sería preferible, porque así no tendría yo que decir que tengo un amigo pirómano y terrorista. En cualquier caso la culpa es de diario Hoy por dejar que semejante absurdo se publique.

            Creo que ya en la opinión de Miguel no será necesario que me detenga por dos razones: por un lado, cada uno es libre de expresar su opinión, siempre y cuando respete los derechos del resto, y por otro, luego de haber visto tal muestra de falsedades, no creo que merezca la pena detenerme en nada más. Sí, Miguel Molina será un nombre que no olvidaremos fácilmente, como el de tantos otros, cuyas deshonrosas prácticas quedaron al descubierto.