El monstruo de la estupidez

 

Esta semana, la ignorancia de muchos ecuatorianos volvió a sacar sus garras en las redes sociales. El rumor de que el estado se quedará con los derechos de autor de las creaciones artísticas y literarias —entre otras— se expandió como la gripe. ¿La fuente? Un texto de opinión de Óscar Vela Descalzo publicado en diario El Comercio.

Sí, un texto de opinión sin fuentes, sin documentos, sin otra evidencia que las aleatorias interpretaciones del autor sobre el Código Orgánico de la Economía Social de los Conocimientos, Creatividad e Innovación. Ni siquiera aparecen citados los artículos en los que Vela Descalzo basa sus conjeturas.

El muy bellaco juega a ironizar sobre el tema y afirma con convicción de pontífice que el Estado será el dueño de la creación artística e investigativa que se haya producido en el país y, lo que es peor, que podrá prohibir la publicación y promoción de una obra.

Tan enmarañado está en su interpretación, que hasta se pregunta qué pasaría cuando una obra no concuerde ideológicamente con el gobierno de turno. ¡Nada pues! ¿Qué más va a pasar? Si en este país nunca pasa nada.

Tan poco pasa aquí, que cualquier hijo de vecino puede decir la primera barbaridad que se le ocurra en un medio de circulación nacional sin que nadie lo ponga en su lugar. Así estamos por acá, los de la mitad del mundo.

En todo caso, la estrafalaria interpretación de Vela Descalzo no es lo grave. Lo grave es que el texto se empiece a viralizar con enérgicos comentarios adjuntos al link. No dejé de toparme con frases como: “Este gobierno es el peor de todos los tiempos…” o hashtags del tipo #fueracorreafuera.

Estoy seguro que ninguno de los iracundos defensores de la propiedad intelectual se ha asomado siquiera al portal web que contiene el borrador del proyecto presentado a la Asamblea Nacional. Ninguno lo ha leído. Solo dieron por sentado que lo que Vela Descalzo afirmaba era una realidad. ¡Es así de alucinante el atrevimiento al que puede llegar la estulticia!

Los ignorantes que compartieron el texto publicado en la web de El Comercio (la RAE los define como quienes ignoran o desconocen algo) no tienen idea de cómo está compuesto el denominado Código Ingenios.

De hecho, la mayoría no tiene idea de la diferencia entre derechos de autor, derechos conexos, derechos derivados ni ningún otro derecho. Pero eso sí, con la solvencia del desatinado, pegaron el grito en el cielo de Facebook para reclamar por sus derechos.

No es mi intención defender el Código Ingenios. Quien me conozca sabe que discrepo con René Ramírez incluso sobre su existencia dentro de la naturaleza. Pero lo que no me cabe en la cabeza, es que muchos de los irascibles protestantes de red social, con aires de intelectuales y artistas, ni siquiera sepan leer.

Porque esa es la única explicación posible para justificar que no se hayan tomado veinte minutos de su vida en asegurarse de que lo que les decían era cierto o que les habían embaucado, para variar. Mejor dicho, y en criollo, se dejaron meter el dedo; así, sin anestesia.

Pobre de nuestro país. Lejos está de la excelencia en cualquier cosa, si cuando los que asoman a defender algo no saben qué carajos están defendiendo. Pobre de nuestro país, cuando los artistas e intelectuales que hablan de derechos de autor no se toman la molestia de leer dos páginas. Pobre de nuestro país, donde el que sigue teniendo acceso a un medio de comunicación sigue teniendo la posibilidad de definir el pensamiento de una masa ignorante y crédula.


Si alguno quiere dejarse de intermediarios y remitirse a la fuente directa, acá les dejo el link del Código Ingenios: http://goo.gl/JG3k0O