Lucio Gutiérrez: El regreso del Graduado


Que Lucio era un estudiante brillante es algo de lo que, si se estuvo atento a su campaña de las primarias 2012 de Sociedad Patriótica, ¿no se puede? dudar. Caso contrario, cómo podrían explicarse los cincuenta y siete segundos dedicados a contarnos cómo él se graduó en todo lo que pudo, y siempre como el mejor, en un spot de pésima calidad en cuanto a realización y concepto. Gutiérrez, desde que era un pequeño ecuatoriano, nos sugiere la producción, fue un ser dedicado a sus estudios. Pero entonces, ¿qué le salió mal al graduado coronel y derrocado presidente del Ecuador?

Habrá que acordarse, ya que estamos abordando el tema de las habilidades del ex presidente, la facilidad que tiene para armar tumultos y poner en riesgo la seguridad de los ciudadanos. Basta cerrar los ojos y recordar los noticieros del 21 de enero de 2000, con el entonces desconocido soldado tomándose por la fuerza las instalaciones del Congreso Nacional junto a un grupo de indígenas manifestantes y un pelotón de militares insurrectos. Dicha acción terminaría, no podía ser de otra manera tratándose de “el mejor graduado”, con el cumplimiento de las exigencias de los golpistas: la caída de Mahuad, y la toma abrupta y anticonstitucional del control por parte de algunos de los allí reunidos. Algo, muchos ciudadanos seguimos preguntándonos qué, los hizo cambiar de idea y entregaron el mando del país, como correspondía desde un inicio, al vicepresidente de la República, Gustavo Noboa Bejarano. Sin embargo, al poligraduado Gutiérrez algo le había fascinado: el poder.

Sería más tarde, ya una vez instalado como Presidente Constitucional del Ecuador, cuando aquellas habilidades de Gutiérrez aparecerían nuevamente. La confianza en que los golpes a las funciones del Estado le salían como cálculos de un digno mejor graduado, lo llevaron a pactar con el PRE una jugada maestra: remover a los magistrados de la entonces Corte Suprema de Justicia, y poner en su lugar a un grupo de títeres de la mano de los tres dedos, que de inmediato sobreseyeron los juicios contra Bucaram. Y si de esto hubiera dependido una nueva graduación de Gutiérrez, él habría reprobado. Así lo demostró Quito cuando se volcó a las calles a protestar contra la acción inconstitucional. Y es ahí donde a nuestro dictócrata –curioso término acuñado por él mismo- se le ocurrió poner nuevamente en resigo la seguridad ciudadana y mandó a abrir fuego desde sus ministerios a los manifestantes; a la policía a que reprimiera con saña las protestas –en uno de esos encontronazos, María Soledad Chávez, quien entonces contaba con 15 años de edad, perdió el ojo tras un impacto de bomba lacrimógena-; contrató buses de gente para que ingresaran a Quito para tratar de frenar a la fuerza los avances de las multitudes que marchaban hacia Carondelet. Incluso se registró un conato de incendio a radio La luna, entonces única trinchera frontal contra Gutiérrez. Al final nada le salió al Presidente, que por cierto ha asegurado que el día anterior a su caída, había dormido toda la tarde por culpa de unos sedantes. Incluso desayunó sedado, al día siguiente, con la embajadora de los Estados Unidos. Mientras el gato duerme, los ratones hacen fiesta, seguirá pensando Lucio Gutiérrez.

Pero ahora las cosas son distintas, él ha madurado políticamente, y ha aprendido de los errores de su gestión. Así por ejemplo, ya no nombrará –esta es una suposición mía- a Guillermo Lasso entre sus funcionarios. Pues aprendió que no se debe incluir a la gente de los gobiernos que él mismo derroca como cercanos colaboradores; porque además después podrían querer ellos mismos el poder.

Es extraño, a propósito de esto, como todos los que están alrededor del mejor graduado terminan seducidos por la silla presidencial: Alfredo Palacio –esto si le creemos a Gutiérrez que fue él quien fraguó el “golpe de estado” junto a Febrés Cordero y los movimientos de izquierda-, Guillermo Lasso, quien ha presentado formalmente una candidatura y se ha colocado, de acuerdo a los últimos sondeos, por encima de su ex presidente. ¿Será que tal gusto por el poder es contagioso?

En todo caso Lucio Gutiérrez ansía desesperadamente la vuelta a Carondelet para poder terminar todo lo que dejó inconcluso. Deberá esperar a que la desmemoria de algunos y el odio exacerbado de otros hacia el gobierno actual jueguen en algo a su favor.